sábado, 20 de diciembre de 2014

Despedida

A pocas horas de abandonar la que ha sido mi casa durante el último año, es inevitable tener sentimientos encontrados. Por un lado, las ganas y la alegría de volver a casa para los esperados reencuentros. Por otro, la nostalgia que las últimas semanas se ha hecho presente en cada vivencia con la sensación de que lo que ha sido rutinario durante este tiempo era la última vez que lo vivía.

Sé que he desatendido el blog  más de lo que hubiera deseado, pero la pereza me ha podido en este aspecto. Sobre todo porque en general he estado tan pendiente en disfrutar lo que tenía en cada momento, que me ha faltado tiempo de recapacitar sobre la experiencia y, menos aún, de ponerme a escribir unas líneas.

2014 ha sido para mi un año irrepetible. Una experiencia que hasta hace poco, pensé que difícilmente pudiera ser posible, pero que el trabajo y la fortuna me han permitido disfrutar de un país como este. Ha habido de todo y, a excepción de las ausencias cotidianas, lo acontecido ha sido fantástico en todos los ámbitos.

Yo no elegí este destino, pero con el pasar de los meses he descubierto que fue el destino quien me eligió a mi, o al menos me fue eligiendo progresivamente por todo lo que me ha ido dando. República Dominicana es un país que engaña. Desde España normalmente no vemos más allá de los famosos resort de Punta Cana, pero para mí, eso se quedó corto desde el principio.

En este año he navegado, acampado en playas paradisíacas, he conducido sin percances en la jungla urbana que es Santo Domingo, he comido las frutas más ricas de la que jamás había probado, he aprendido a distinguir entre el merengue, la bachata y la salsa, además de llegar a apreciarlos como géneros musicales, he comido mofongo, sancocho y aguacates que parecen mantequilla, he viajado a destinos tan cercanos pero tan diferentes e impactantes como Cuba, Puerto Rico o Miami, he hecho parapente, barranquismo y rafting, he tenido muchas visitas que me han ayudado a aplazar la el acecho de morriña, y así hasta un sinfín de vivencias que son imposibles de numerar.

Pero sobre todo, y creo que es el recuerdo que perdurará, he hecho amigos. Nuevos amigos que en el transcurrir de unos pocos meses se han convertido en viejos amigos. Amigos con los que he reído hasta hartarme y que me han acompañado en la aventura de trabajar y vivir en un país lejano hasta convertirlos en mi familia dominicana.

Por todo ello, vuelvo contento con la experiencia, vuelvo sintiéndome afortunado por esta oportunidad que creo que he sabido exprimir al máximo y vuelvo dejando atrás un año inolvidable que, en algunos aspectos, me ha hecho cambiar.

Por todo ello, solo puedo decir, República Dominicana: ¡Gracias por hacerme tan feliz!


martes, 24 de junio de 2014

Mundial atípico

Hablar de fútbol en República Dominicana es bastante curioso ya que este deporte es un gran desconocido entre sus habitantes. La gran influencia norteamericana hizo que se introdujera el béisbol en la isla a finales del siglo XIX de manera que pronto fue ganando en popularidad hasta hacerse el deporte más seguido del país. Esto hace que junto a Venezuela, Cuba y el resto de antillas, la República Dominicana sea de los pocos países latinos en los que el balompié no sólo no es practicado habitualmente, si no que además es un extraño.

Es curioso vivir un acontecimiento con la repercusión mediática que tiene un mundial del fútbol en un país en el que el deporte rey pasa desapercibido. Estamos acostumbrados al bombardeo de información que tiene un evento como éste que llama la atención la manera discreta con la que se vive en República Dominicana. No sólo no conocen los equipos o las normas, si no que además no les entretiene demasiado, cosa que sí que lo consigue un deporte tan pausado, complicado y cansino (al menos para mí) como es el béisbol.

Evidentemente esto está cambiando y se trabaja para ello. En los últimos años se han creado varias escuelas de fútbol para los más jóvenes bajo franquicias de los equipos de la élite de Europa, que han visto un nicho de mercado en un país en el que este deporte sólo puede crecer.

Aun así, bastó con ver en la televisión dominicana el España-Holanda para comprobar la poca tradición que existe en este deporte. Los comentarios, lejos de estar hechos por profesionales que saben del deporte, de los jugadores, los equipos o las estadísticas, parecían realizados por profesores para que los dominicanos aprendieran cómo se juega. Se pasaban jugadas enteras explicando algo que cualquier persona que viene de un país futbolísticamente nativo no recuerda cuándo lo aprendió, como por ejemplo el fuera de juego.

Pero lo peor de todo son las constantes cuñas publicitarias que aprovechan para meter durante la retransmisión como si fuera la radio, pero peor. Ejemplos:
  • Portugal acaba de robar esa pelota gracias a Coca-Cola, la bebida refrescante del mundial. 
  • Ese saque de banda ha sido por la cortesía de ron Brugal ¡porque Brugal is happening!
  • Ahora el pase al centro es gracias a Powerade. ¡La bebida elegida por la FIFA para Brasil 2014!
  • Casi mete gol Holanda, eso se lo debemos a la Universidad Nacional Pedro Henriquez Ureña. La Universidad de todos.
Lo dicho, infumable. Para colmo, las retransmisiones comienzan en su mayoría después de haber sonado los himnos y las cierran en el preciso instante en el que el árbitro pita sin dar un poco de cancha a los momentos posteriores al partido. Todo esto le roba toda la emoción al partido, por lo que optamos por enganchar con alguna radio española vía Internet, a pesar de los segundos de retraso. Era la única manera de aportar algo más de realismo e intensidad ante el descalabre de la roja. 

Otro error curioso era que el partido programado a continuación, del mismo grupo, enfrentaba a los equipos de Chile y Austria, según el menú de la televisión por cable dominicana. Ya sabéis  lo que dicen los souvenirs austriacos: there are no kangaroos in Austria... 

Pero para rematar esta sensación de "vacío legal" dominicano con el fútbol, se dio una situación inverosímil para ver el partido España-Chile, en el que nos jugábamos todo. Nos pilló de viaje, y decidimos parar en la carretera en algún sitio de camino en el que dábamos por hecho que podríamos disfrutarlo con calma. Salimos del coche ataviados con camisetas de la selección, banderas y demás merchandising patrio para animar a los campeones del mundo. Pues con todo esto, mi amigo Alejandro tuvo que pelearse un poco con la camarera porque en principio se negaba a ponernos el partido ya que a esa hora le ponían la telenovela de turno que no podía perderse. Al asegurarle que consumiríamos bastante, conseguimos hacerle entrar en razón y nos puso el fallido partido.

Para concluir, y que comprobéis un poco lo que digo, os dejo este simpático vídeo, en el que un reportero sale a las calles de Santo Domingo a preguntar a sus habitantes por sus opiniones sobre la final del mundial, por jugadores que no existen y por partidos no jugados. Queda en evidencia que no sólo no tienen ni idea de lo que hablan, sino que además prefieren seguir el rollo o inventarse algo antes de admitir su ignorancia en el tema. Está claro, ahora lo que manda es el fútbol y si es así, son los que más saben del tema. No tiene desperdicio. 





jueves, 10 de abril de 2014

Precaución, amigo conductor

La primera impresión que te llevas de República Dominicana, desde que sales del aeropuerto, es la de lo caótico de su circulación. No es que corran excesivamente al volante, el problema viene de la forma imprudente y violenta  de conducir que tienen. A los conductores dominicanos le importa más bien poco los otros conductores. Su forma de manejar es agresiva y sorprende como encuentran huecos inverosímiles para zigzaguear en su particular carrera autoconvocada para llegar a cada destino. Es curioso cómo convierten una avenida de dos carriles por sentido en cinco, más las reiterativas invasiones de los coches que circulan en el sentido contrario.

En la carretera encuentras adelantamientos en curvas cerradas y cambios de rasantes. Es habitual sortear badenes de medio metro que ponen a prueba la salud de los amortiguadores de tu vehículo. También son normales los constantes frenazos para evitar atropellar a personas que caminan por los arcenes, aunque también a perros, gatos, gallinas, burros, etc. También se ven motos con familias enteras sin casco. Incluso motos de policía con cuatro agentes como ocupantes.

Como anécdota curiosa, contar que una vez, en pleno centro de la ciudad, vi un 'todo terreno' de lujo del que salía una correa desde la ventanilla del copiloto atada a un caballo que esperaba paciente a que el semáforo cambiara a verde y continuar al trote a la velocidad del coche.

El conductor dominicano busca su propia comodidad. Si eso supone que de noche hay que llevar las largas para una mayor visibilidad pues ahí que las llevan puestas todo su trayecto sin importarles deslumbrar al resto de conductores que, seguramente, también las lleven puestas para así participar en esa guerra no declarada por la potencia de sus faros.

Estas circunstancias hacen que este país sea uno de los más peligrosos en las carreteras, donde mueren anualmente casi 5.000 personas (unas cinco veces el índice absoluto de España) en un país con poco más de 11 millones de habitantes. Los datos son alarmantes y las autoridades no hacen mucho por remediarlo. En lugar de educar a los conductores y evitar que el obtener la licencia sea un mero trámite, sólo se dedican, y con poca insistencia, a multar de forma sistemática a los infractores. Estas multas raramente llegan a su destino y más difícil aún es conseguir que se paguen.

A pesar de todo esto he decidido motorizarme. Los motivos principales que me han llevado a esta decisión han sido sobre todo el evitar el precario transporte público, poder viajar por el país con libertad y el hecho de que los coches no pierden prácticamente valor con el tiempo. Pero la búsqueda de carro es una peculiar aventura que merece una explicación a parte.

Como decía, los coches no pierden valor en este país. Esta es una afirmación real aunque con matices. No pierden valor si son asiáticos (Toyota o Nissan) y automáticos. Es fácil ver un Toyota automático de mierda de 1998 por unos 3.000 euros al cambio. Para ahorrar en gasolina, son muchos los que instalan en su maletero una bombona de gas natural que conectan al motor y reducen el consumo general, aunque también la seguridad. Cuando ves el estado en el que se encuentran muchos de los vehículos que circulan por la ciudad y el humo que emiten sus tubos de escape, recuerdas nostálgico la ITV que ayuda a que el ambiente en las ciudades sea algo más respirable.

He visto carros muy interesantes para la compra, pero que no me los aconsejaban en absoluto por ser americanos o europeos y en los que la venta al marcharme resultaría complicada. Me han ofrecido vehículos que ni siquiera arrancaban cuando iba a probarlos y ante la incredulidad el propietario me decía que tenía que abrir mi mente porque era un carro de 2002 y obviamente no iba a ser perfecto. Repito: NO ARRANCABA. Este mismo hombre me aseguraba que el vehículo había pertenecido a un Padre como garantía de compra. Tardé en darme cuenta, pero con lo siguiente que me dijo, comprendí que se refería a un sacerdote. Su estrategia consistía en ablandarme diciendo que el Padre había preferido gastarse el dinero en los feligreses que en mantener el vehículo en buen estado. Perplejidad...

Por fin, fui comprendiendo que para encontrar algo decente con mi presupuesto, tendría que buscar un carro antiguo, que en cualquier otro país ya estaría desahuciado. Así que vi una opción interesante  que era de una particular. Me decidí y le dí una señal a la espera de arreglar la transacción internacional y de hacer una última prueba del vehículo tras un par de arreglos que le solicité. Pensaba que esta operación tardaría una semana como mucho, pero República Dominicana ponía a prueba mi paciencia una vez más. Resulta que la buena mujer no contaba con el permiso del marido para que fuéramos a comprobar de nuevo los cambios ya que eso era "cosa de hombres". Lo mismo que habíamos hecho el día en que vi por primera vez el coche, ahora era una "cosa de hombres" que no podíamos adelantar.

Pero el marido en cuestión sólo podía enseñarme el carro en fines de semana, coincidiendo que ese yo estaba fuera.Con lo cual diez días más tarde, la mujer tuvo la genial idea de que su hijo estaba libre y podía mostrármelo él. Una cosa menos, con diez días de demora, pero muy masculino el asunto desde luego.  Lo siguiente fue hacer la transferencia, que también se alargó más de lo esperado porque el magnífico sistema bancario dominicano la invalidó debido a que había puesto cuenta corriente en lugar de ahorro y hubo que repetirlo todo.Otra cosa tachada de la lista una semana más tarde de lo previsto.

Ahora faltaba el contrato, que por lo visto su abogado tardó unos par de días en redactarlo ya que en la fotocopia de mi pasaporte que les entregué, entendieron que mi apellido era Valladolid. Tras indicarles que, efectivamente, mi apellido era el que ponía debajo del epígrafe "primer apellido", y subsanar el fatal error, pude firmar el contrato de venta. Por fin me entregaba las llaves.

Ya sólo quedaba ponerlo a mi nombre. Una odisea burocrática que no viene al caso relatar, pero que gracias a la ayuda de mi amigo taxista Johnny, se ha realizado más rápida de lo esperado. Así que nada, ya estoy motorizado en este país, listo para continuar viajando, visitar todos los sitios que me ofrece y, sobretodo, poner mi paciencia a prueba de forma constante al volante de mi pequeño bólido.

Mi carrito dominicano

martes, 1 de abril de 2014

Un país feliz

El pasado 20 de marzo tuvo lugar el Día Internacional de la Felicidad, establecido en esa fecha desde 2012 por la Asamblea de las Naciones Unidas. Ante una efeméride de tal calibre comencé a curiosear por Internet sobre qué se busca exactamente con esta celebración y cómo se calibra la felicidad.

Tras leer un artículo que hablaba de Iberoamérica como la zona más feliz del mundo según el Índice del Planeta Feliz, me entraron las dudas. Según este informe, elaborado cada tres años por el think tank  New Economics Foundation y en el que se tienen en cuenta parámetros como la esperanza de vida, la huella ecológica, la percepción propia de la felicidad o el Índice de Desarrollo Humano el Caribe es la región más feliz del mundo junto al sudeste asiático. Aún así no me cuadraba que con esos datos no apareciera Noruega, Suecia o Australia como los países que lideraran el ranking.

Seguí investigando y encontré otro informe, elaborado por la ONU en el que, efectivamente los primeros lugares estaban ocupados por Dinamarca, Noruega y Suiza.

¿Y qué es la felicidad? No pretendo hacer un estudio filosófico sobre el asunto, pero ante las informaciones aparecidas ese día yo me pregunto cómo se puede contabilizar algo tan inmaterial y subjetivo como es un sentimiento. Lo que para uno supone felicidad, para el otro será, probablemente, la mayor de las desgracias. Y a estos dos informes me remito, ya que teniendo en cuenta variables similares, llegan a conclusiones diferentes.

Uno de los parámetros tenido en cuenta por el primer estudio (y que creo que es el que marca la diferencia) es la propia percepción que tienen la población de su felicidad. Es evidente que el ritmo pausado, el clima veraniego o la falta de preocupación, hacen que gran parte de los caribeños en general y los dominicanos en particular se consideren a sí mismos como felices.  Un dato que corrobora esto es que los países de la zona tienen unas tasas de suicidio bastante bajas comparadas, por ejemplo, con los países nórdicos y del este de Europa.

Personalmente, encuentro varios motivos para esta percepción propia de personas felices en este país. Por un lado, la República Dominicana cuenta con un nivel medio de cultura bajo pero con las necesidades básicas cubiertas. Además, el tiempo de ocio es barato y accesible.El clima es bueno y normalmente apacible, lo que ayuda que se haga mucha vida en la calle (a excepción de la ciudad).

También poseen una fuerte identidad nacional completada por un orgullo patriótico elevado que les hace ser poco críticos con sus vergüenzas. La crítica pocas veces pasa de la conversación con amigos, ya que está asumido que es imposible cambiar nada ante un sistema corrupto y dominado por la oligarquía local de unas pocas familias y empresas. De esto son conscientes y les crea cierto complejo que hace que existan comportamientos de imitación de lo extranjero (sobre todo de Estados Unidos) con la idea falsa de que aquello es mejor.

Por último, la presencia de la fe es abrumadora y les sirve como solución a todos los problemas que les puedan aparecer, dejando su suerte a Dios.

En el día a día los dominicanos se muestran agradables y te encuentras con situaciones curiosas que te alegran la mañana, como la de una central de taxis a la que le pides un vehículo para ir al cine y se interesa por qué película vas a ver comentándote que le gustaría apuntarse. O las conversaciones improvisadas que se dan en los conchos entre completos desconocidos. O la sensación de que en cuando eres presentado a un grupo, se quedan todos con tu nombre en el momento (tengo la virtud de omitir el nombre en el preciso instante de la presentación) y que a partir de ese ahí saludan como si te conocieran de toda la vida. O lo rápido que te ofrecen su ayuda.

En definitiva, no sabría decir si son más o menos felices que otros países, pero lo que está claro es que aquí todo el mundo sonríe, te anima y te invita a ser feliz. Y que a pesar de haber pobreza y problemas, la gente le sonríe a la vida.

Sé que ha quedado una entrada un poco edulcorada y  y que aquí también hay situaciones y actitudes que distan de lo que he expuesto, como en todas partes. Pero es que hoy tengo así el día y me apetecía verlo de esta manera.




lunes, 10 de marzo de 2014

Un continente en miniatura

Playa Rincón
Las semanas siguen pasando por República Dominicana y el país sigue sorprendiendo.

Una vez instalado en la capital y adaptado a mi nuevo ambiente, he tenido la posibilidad de empezar a viajar por este increíble país. Y a lo que me refiero con el título de la entrada es que, en una isla que no tiene ni la mitad de extensión que Castilla y León, se encuentran unas grandes diferencias de paisaje. 

Desde el selvático parque de Los Haitises al norte a las playas paradisíacas de la península de Samaná o la zona más árida que se encuentra en la parte sur correspondiente con la provincia de Pedernales, se suceden los paisajes más sobrecogedores. Desconozco si el azar, el destino o la intervención divina han hecho que en estas latitudes se dé tal diversidad de accidentes geográficos, de enorme belleza y con un estado de conservación bastante bueno, aunque manifiestamente mejorable en los días que corren.
Carretera de Playa Rincón
Ballena a nuestro lado
Mi primer viaje por el país lo realicé a la península de Samaná, donde tuve la oportunidad de visitar una de las zonas más turísticas, pero lejos de las aglomeraciones de los resorts de Bávaro. Allií, la propia carretera principal es una espectacular lucha entre lo natural y lo humano, donde la densa vegetación lucha por engullir una construcción que quizás nunca debería haber existido. En el mismo camino, las pequeñas aldeas se dispersan a ambos lados con sus habitantes viviendo de forma peligrosa en ella. Con un vehículo tienes que sortear a la población, los animales, motocicletas con cuatro tripulantes y cualquier otra cosa que puedas imaginar. Nunca deja de sorprenderte.
Pero el complicado viaje merece la pena al llegar a Playa Rincón, que resume la típica estampa de cala caribeña (y eso que no es Caribe, sino Atlántico) de arenas blancas, palmeras que se adentran en un mar de un azul indescriptible. Lo mejor de todo es lo aislado que se encuentra este paraje y el contacto que sientes con la naturaleza ya que a lo largo de una mañana tan solo te cruzas con otras dos personas a lo sumo.
Playa Frontón
Víctor subiendo a por cocos
Justo enfrente de esa playa se puede disfrutar de la indescriptible sensación de ver ballenas en libertad. El mamífero más grande del mundo juguetea frente a tu barco haciéndote sentir muy pequeño. A continuación nos llevaron a las todavía más vírgenes playas de Frontón y Madama, donde Víctor, el tripulante que nos acompañó no dudó en subirse a una palmera para ofrecernos un dulce coco que él mismo abrió contra una piedra.
Adentrándonos entre los manglares
El siguiente fin de semana tuve la oportunidad de visitar un paisaje bastante inesperado para mí en este país. El Parque Nacional de los Haitises es un conjunto boscoso de enormes dimensiones, que se recorre por ríos entre esplendidos manglares que van desde el agua hasta cubrir casi por completo el cielo. Todo ello decorado por garzas, pelícanos y otras tantas aves en libertad.

Garza blanca
Este escarpado paisaje fue escogido por los taínos para habitar las múltiples cuevas que existen en él y decorarlas con su arte. Es increíble como una civilización, tanto tiempo después, en un punto tan distante del planeta, logró representaciones rupestres tan similares a, por ejemplo, la prehistórica Altamira.

La ruta en los Haitises continuó a pie en medio de la selva profunda, en puntos en los que la luz del sol apenas llega por la frondosidad de la vegetación. Pero la caminata tiene como premio unos paisajes únicos y espléndidos.
Los Haitises

Por último, y aprovechando el puente de la Independencia dominicano, el viaje tuvo como destino la parte más alejada del país, la zona de Pedernales y como joya de la corona la célebre playa de Bahía de las Águilas. En toda esta zona no se ven palmeras ni otra vegetación asociada a esta isla. Es un paisaje desértico con cáctus y arbustos como flora autóctona.
Pictograma taíno
Flamencos
Playa de San Luis llena de basura
La primera parada la hicimos en la Laguna Oviedo. Un lago salado con una biodiversidad increíble, en la que destacan los flamencos que van adquiriendo su color rosado debido a su alimentación a base de langostinos. Al otro lado de la laguna se llega a una de las playas más espectaculares que he visto hasta ahora, la playa San Luis, pero con la enorme pena de que estaba llena de basura. El problema es la falta de voluntad de mantener un espacio que en cualquier otro país sería el principal reclamo en las guías turísticas y, en cambio, en este lo tienen sucio hasta dar vergüenza. La excusa que puso el guía para no limpiarla era que se volvería a ensuciar. El drama añadido es que a todas estas playas acuden anualmente miles de tortugas a desovar y, siendo una especie en serio peligro de extinción, las toneladas de basura no ayudan precisamente a su reproducción.

A continuación continuamos el camino para subir al Hoyo de Pelempito por un agreste camino, no apto para cualquier vehículo. La recompensa: un bonito valle a más de 1.400 metros de altitud que podría definir como el único lugar de este país con paz y silencio absoluto.

Hoyo de Pelempito
El resto de días el alojamiento ha sido la Playa de las Cuevas, dónde instalamos nuestras particulares casas en primera línea de playa. Desde ahí pudimos visitar tanto a pie como en barca la famosa Bahía de las Águilas. Jamás he visto una arena tan blanca y un agua tan clara, tan turquesa, tan preciosa, tan, tan, tan... Faltan adjetivos para describir la belleza del paisaje y los colores tan especiales.

Casa con vistas
Esta zona se encuentra en la frontera con Haití, donde también pudimos visitar el mercado binacional. Dicen que Haití es el país más africano fuera de África, y fue por completo la impresión que me dio ese lugar. Nunca he estado en el África negra, pero imagino que un mercado africano no puede distinguirse mucho del que vi, con todas esas imágenes, colores y olores diferentes. Todo esto pegado a la valla que separa los dos países amigos/enemigos, condenados a entenderse y a dividirse una misma isla con culturas, religiones e idiomas distintos.
Camino a la playa















Selva en Los Haitises














En el camino de vuelta a casa visitamos el espectacular manantial de Arroyo Salado de agua salobre, tranquila y clara, que se asemeja a un cristal engalanado con más manglares y vegetación. Además, pequeños pececillos se acercan tímidos a tus pies para mordisquearte pieles muertas, dando una sensación de cosquilleante masaje.
Bahía de las Águilas
Manantial Arroyo Salado


Moto llevando a moto



Así es Quisqueya (nombre con el que los taínos se referían a la isla), un país de contrastes, un continente en miniatura, como nos lo definieron unos amigos que conocimos en el viaje. Lo mejor de todo: aún queda mucho por conocer, muchas más cosas y muy diferetes. 

Quiero también dar las gracias a los compañeros de los tres viajes, que han sido excepcionales, y sin los que el viaje hubiera sido mucho menos intenso, menos diverso y, sobre todo, más aburrido. Y también darle la enhorabuena a Sonsoles, que sus estupendas fotografías ilustran esta entrada



No hay tierra tan hermosa 
Como la mia 
Bañada por los mares 
De blanca espuma 
Parece una gaviota 
De blancas plumas 
Dormida en las orillas 
Del ancho mar 


Quisqueya 
La tierra de mis amores 
De suave brisa de lindas 
Flores 

Del fondo de los mares 
La perla querida 


Quisqueya divina 
En mis cantares 
Linda quisqueya 
Yo te comparo 
Con una estrella 

La estrella solitaria 
Que alumbra mi vida


martes, 18 de febrero de 2014

Dominicana y sus gentes

Antes de llegar a Santo Domingo tenía buenas referencias sobre la forma de ser y el carácter de la gente. Que si gente educada, amable, divertida... Las expectativas eran altas.

Tras haber cumplido algo más de un mes en estas tierras, y sabiendo que aun me queda mucha más gente por conocer, puedo decir que es completamente cierto. Las anécdotas con los dominicanos no terminan nunca y siempre suceden con una sonrisa en su cara. El ritmo pausado con el que viven es parte de su ADN, solo hay que habituarse a él para no corres el riesgo de que tu paciencia se agote.

Aunque estas impresiones son, obviamente, una generalización, mi percepción del dominicano es la de una persona cercana y acogedora que está deseando que te sientas a gusto en su país. Es cierto que, en general, los españoles tenemos buena imagen en estas latitudes. Gran cantidad de personas tienen o han tenido amigos o familiares viviendo en España. También es habitual el que tiene un abuelo u otro antepasado español. Además, la actualidad española está muy presente en República Dominicana y son conscientes de la crisis que vivimos al otro lado del Atlántico. Todas estas cosas hacen que los lazos de unión entre los dos pueblos sean muy estrechos y que, en ocasiones, se dirijan a España como "la madre patria".

Sin embargo también hay cierto recelo minoritario para algunos que tienen presente el período colonial y lo asocian al expolio de riquezas, el exterminio de la población taína, el trato esclavista, etc.

Luna trasera de un coche
La sociedad dominicana presenta ciertas contradicciones. Por un lado la religión está presente allí dónde estés. Raro es el taxi o autobús que no lleva escrito frases alentando a la venida de Jesús. El cristianismo está muy presente, no solo desde óptica católica, si no también a través de numerosas sectas de raíz cristiana. Por el país pueden encontrarse templos de los adventistas del séptimo día, evangelistas, seguidores de Cristo de los últimos días, etc.

¿Comida o circunstancias?
En las plazas no es raro encontrar a hombres con un altavoz predicando. Pero es curioso que todos los argumentos que esgrimen están basados en la predicación del miedo, de un futuro terrible que se avecina y del que la fe es la única vía de salvación.

Además la Iglesia como institución tiene un gran poder de decisión en los asuntos de Estado. Llama la atención que en República Dominicana el aborto está prohibido en todos los casos, incluyendo con fines terapéuticos para salvar la vida de la madre o la violación, algo que solo sucede en otros cinco países más en todo el mundo.

Esto contrasta con lo sexualizada que es la sociedad. Todo gira en torno al sexo y, por lo que se cuenta, las infidelidades son muy habituales tanto en hombres como en mujeres. En todas las carreteras de salida de la capital se encuentran numerosos recintos de "cabañas", que son moteles con garaje individual y privado en cada habitación para que los clientes acudan de forma discreta con su acompañante.
Foto de varias cabañas, cortesía de Google

Por otro lado, la sociedad dominicana es tremendamente consumista para tratarse de un país con tanta pobreza. Se percibe en la cantidad de centros comerciales con multitud de tiendas y restaurantes, hacia los que se ha trasladado el ocio de las nuevas generaciones urbanas. Además, el número de vehículos de lujo es abrumador. En las calles de la capital se ven más coches de gama alta que en la calle Serrano de Madrid, y es que según dicen, hay familias que se alimentan a base de arroz aunque no lo aparenten a juzgar por el carro que manejan. Una de las consecuencias es que el país está viviendo una burbuja similar a la española hace unos años, donde la especulación es brutal con viviendas a precios desorbitados y con los coches que, al contrario de lo que pudiera parecer, no bajan con el paso de los años. Es normal encontrar vehículos de 2001 a unos 4.000€.

Un colmado cualquiera
Ante todo, el dominicano cuida mucho su tiempo de ocio, en general con excesos de alcohol. La intensidad de la diversión es tal que, como medida para evitar que gasten sus nóminas antes de tiempo y puedan llegar a fin de mes, los salarios se pagan cada quincena.

Este tiempo de ocio se centra principalmente en los colmados, que son como las clásicas tiendas de ultramarinos en las que encuentras prácticamente de todo y que además tienen servicio a domicilio. Hay uno en cada esquina y es imposible concebir Santo Domingo sin ellos, ya que son el centro de reunión social por antonomasia.
Partida de ajedrez en la calle El Conde
El Son en la zona colonial














En la zona colonial se encuentran numerosas partidas callejeras de ajedrez y dominó en las que la gente participa de forma espontánea. Mi lugar preferido, el parque Duarte, es una plaza en el corazón de la zona colonial en el que personas de todas las edades pasan la noche sentados en sus bancos charlando mientras toman ron o cerveza. La diversión continua en los numerosos locales en los que la gente baila bachata, merengue o salsa. Destaca el Son que consiste en conciertos en directo en la calle dónde tocan música popular y la gente baila como sólo aquí saben hacerlo. Y es que, los dominicanos no conciben la vida sin la música, siempre a prueba de los oídos más sensibles.

Por su parte, las generaciones más jóvenes y de mayor renta acuden a multitud de locales "pijos" que están en la zona más moderna de la ciudad. Y para terminar la noche es habitual visitar alguna discoteca de la avenida Venezuela o bien, hacer una visita a la Resistencia, que es el hogar particular de una mujer, que lo ha habilitado como bar after hour. En este garito lo mejor de cada casa termina la fiesta entre sus pasillos, habitaciones y cuarto de estar.

Sancocho dominicano
Cuando por fin llega el lunes y hay que combatir la resaca, lo más recurrente es tomarse un "sancocho" que consiste en un guiso de yuca, plátano y carne, muy sabroso y que, efectivamente, te quita todos los males...














martes, 4 de febrero de 2014

Toma de contacto

Estatua a Colón
Aquí crónicas taínas de regreso. En esta entrada, quiero relatar las impresiones de las primeras semanas en Santo Domingo.

Y es que siempre que viajo, los primeros días en un lugar nuevo, camino con los sentidos más activados de lo normal, observando las diferencias y las novedades que desfilan a mi alrededor. Al fin y al cabo he pasado unas semanas en alerta para ver cómo lo que en un principio es anecdótico, se convierte en normal  y en rutinario. Es por ello que quizás el tiempo de los primeros días parece más dilatado, ya que cada detalle se queda grabado a fuego en la memoria.

La primera impresión que tuve al llegar a Santo Domingo fue ligeramente negativa, aunque venía cargado de un optimismo que me hizo no darle demasiada importancia. Y es que estoy hablando de una ciudad bastante grande (cerca de 3 millones de habitantes incluyendo el área metropolitana) en la que reina el caos. El tráfico infecta a todas las arterias de la urbe a casi todas las horas del día con atascos (tapones como los llaman por aquí) permanentes. A esto hay que añadirle que los dominicanos conducen muy mal y de forma imprudente. La bocina, más que una señal de aviso, parece una extensión de las extremidades de los conductores, que no dudan en usar a la mínima oportunidad de forma cansina.  Además la gran cantidad de coches antiguos hacen que el aire sea irrespirable si te acercas a cualquier vehículo en marcha.

Por otro lado, para un españolito de a pie, acostumbrado a caminar por las ciudades en las que vive o visita, venir aquí supone un cambio de mentalidad. La influencia estadounidense acompañada por grandes distancias y un transporte público deficiente, hace que todo esté pensado para ir en coche. Cuándo preguntas a cualquier persona por una dirección concreta y lo que se tarda andando, te miran con cara extraña, y es que los dominicanos no caminan a ningún sitio.

El transporte público merece atención aparte. Por un lado el moderno metro de la ciudad, recientemente inaugurado, tiene dos líneas que dan servicio a zonas que, en mi caso, no sirven en mi día a día. Contrastan con los conchos, coches compartidos para los que el estar destartalados parece un requisito. Éstos recorren las principales avenidas de la ciudad de principio a fin y recogen y dejan a la gente en cualquier punto de las mismas. Lo curioso es que van abarrotadas con cuatro personas detrás y tres delante. Al principio llama mucho la atención, pero cuando te vas acostumbrando la verdad es que es toda una experiencia.
Apertura de puerta de un concho
Parte delantera de un concho con ocupación completa

Eso en cuanto a la ciudad, pero la gran aventura de los primeros días ha sido la búsqueda de apartamento. Lo principal a tener en cuenta era la zona en la que queríamos vivir. Antes de venir, había dado por hecho que la gente asimilaría la zona colonial como el centro de la ciudad, pero aquí eso no ocurre. Lo que aquí llaman centro de la ciudad son las grandes avenidas donde están situados edificios de oficinas, grandes centros comerciales y barrios residenciales. Si entendemos por centro de una ciudad dónde se produce la actividad económica, desde luego que sí que es el centro. Pero el concepto europeo de centro de la ciudad siempre ha ido unido al casco histórico.

Calle cercana a la Zona Colonial
Una vez aclarado este punto, decir que, por varias recomendaciones, nos disponíamos a buscar apartamento cercano a la oficina, esto quiere decir, en la "zona centro" de la ciudad. Allí los apartamentos en general son modernos aunque caros. La mayoría cuenta con servicio propio de seguridad y lo que se llama aquí planta full, que se refiere a un generador de gasoil para utilizarlo cuando se producen los habituales cortes del suministro eléctrico. Lo bueno de esa zona es que es algo más segura y que hay menos cortes de luz.

Mi habitación
Estuvimos a punto de alquilar uno pero tuvimos una mala experiencia con un propietario que no tenía palabra y nos dejó tirados. Lo que en un principio supuso una desilusión, pensándolo con perspectiva, parece que fue lo mejor que podría haber sucedido. A raíz de esa situación conocimos a un grupo de españoles que vivía en la zona colonial y nos abrió la mente acerca de esta parte de la ciudad. Vimos un apartamento que nos encantó y que era más o menos lo que buscábamos y a mejor precio. Pros: zona colonial, lo más bonito de la ciudad, donde está la vida  para salir, se puede pasear, hay actividades casi todos los días de la semana, concho directo hasta la oficina. Contras: está más lejos del trabajo, potencialmente tiene más cortes de luz.

La decisión final por esta opción ha estado clara y creo que es la acertada para la vida que quiero llevar este año. Una vez instalados en nuestro nuevo hogar, ya queda disfrutar de la vida de la ciudad de forma más pausada y tranquila, más local, más dominicana...
La catedral